El pan y sus nutrientes


El pan
 constituye un pilar de la
 Dieta Mediterránea

El consumo diario  se considera indispensable para tener una dieta rica en carbohidratos. Este alimento nos da la energía necesaria para nuestras actividades diarias ya que nos aporta fibra, minerales y vitaminas.


El término dieta proviene de la antigua palabra griega “diaita”, que significa estilo de vida equilibrado, y esto es exactamente la Dieta Mediterránea.

La Dieta Mediterránea se define como el patrón tradicional de alimentación de los países de la cuenca mediterránea, cuando todavía no existían influencias derivadas de la industrialización y globalización en la alimentación en estos pueblos.

De esta manera, la Dieta Mediterránea y los cereales se posicionan como elementos fundamentales dentro de un patrón alimenticio equilibrado y saludable.

La Dieta Mediterránea asegura un aporte importante de antioxidantes, polifenoles, un perfil graso característico (rico en grasas monoinsaturadas) a los que se ha reconocido un papel protector frente a enfermedades cardiovasculares, la diabetes y otras enfermedades asociadas al estrés oxidativo.

En noviembre de 2010 fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, ya que durante miles de años pueblos como los Iberos, Celtas, Griegos, Romanos, Bárbaros y Árabes han contribuido a establecer la ‘trilogía mediterránea’ de pan, aceite y vino.

Los países mediterráneos se han alejado del patrón alimentario de la Dieta Mediterránea en los últimos años. Teniendo en cuenta que esta dieta se asocia con numerosos beneficios saludables, es necesario que se promuevan estrategias para contrarrestar la occidentalización que de la Dieta Mediterránea está sufriendo*.


Pan e hidratos de carbono

Los hidratos de carbono constituyen el principal combustible para el organismo, por lo que deberían ser la fuente mayoritaria de energía en la dieta. Según los expertos en nutrición, alrededor de la mitad de las calorías que ingerimos diariamente deben provenir de los hidratos de carbono, siendo estos, en su mayoría, hidratos de carbono complejos. 

El pan es una fuente importante de hidratos de carbono. Su componente principal es el almidón, un hidrato de carbono complejo que es convertido en glucosa, la fuente principal de energía para el organismo. Si ingerimos las cantidades correctas de hidratos de carbono nuestro organismo no necesitará emplear las proteínas como fuente de energía, pudiendo reservarlas para la construcción y reparación de estructuras corporales. Los hidratos de carbono contribuyen también al mantenimiento de la actividad cerebral y musculare intervienen en el buen funcionamiento del intestino.

Debido, principalmente, a su riqueza en hidratos de carbono complejos, los especialistas aconsejan tomar entre cuatro y seis raciones al día de los alimentos incluidos en el grupo de cereales y derivados, dando prioridad, dentro de ellos, a las formas integrales. Dentro de los cereales y derivados se incluyen el pan, el arroz, los cereales y la pasta, además de las patatas, debido a su similitud con los cereales en cuanto al contenido en hidratos de carbono complejos. Incluir el pan en todas o casi todas las comidas del día contribuye a garantizar el cumplimiento de estas recomendaciones.

 

Pan y proteínas 

Las proteínas son esenciales para el crecimiento humano ya que proporcionan los aminoácidos esenciales necesarios para la síntesis de los tejidos y ayudan a reparar los efectos del continuo desgaste que sufre el organismo.

Los expertos en nutrición recomiendan que la ingesta de proteínas diaria no suponga más del 10-15% del aporte calórico de la alimentación, aunque en la actualidad hay una tendencia generalizada hacia dietas hiperproteicas e hipergrasas, en detrimento de los hidratos de carbono.

Desde el punto de vista nutricional, la calidad de una proteína es más alta cuanto mayor número de aminoácidos esenciales contiene. Las de mayor calidad biológica son las de origen animal, como las de la leche, huevos, carnes y pescados. En este sentido, las proteínas del pan son de bajo valor biológico, pero en una dieta equilibrada la deficiencia de algún aminoácido en un alimento se cubre con la ingesta de otro alimento. Por ejemplo, si se comen con pan otros alimentos como legumbres o lácteos se consigue una proteína tan completa como la de la carne, el pescado o los huevos. Por ello, el consumo de pan junto con otros alimentos proteicos mejora la calidad de la ingesta total de proteínas en la dieta.


Pan y fibra

El pan es fuente de fibra. El trigo es rico en fibra dietética, pero ésta se concentra especialmente en el salvado, parte del grano de cereal que, junto con el germen, se elimina en la obtención de las harinas blancas empleadas en la elaboración de pan blanco (el más consumido en los países desarrollados). El pan integral, se realiza con harina producida a partir del grano de cereal completo (incluyendo el endospermo, el salvado y el germen) y por ello tiene un contenido más alto de fibra.

El pan blanco tiene un contenido en fibra dietética de unos 3,5 g de fibra/100 g, mientas que el integral aporta unos 7,5 g / 100 g. Este aporte es muy valioso, dado que la dieta media española es pobre en fibra.

Hace ya varias décadas, científicos e investigadores descubrieron la relación entre ingesta de fibra y menor prevalencia de algunas enfermedades como las cardiovasculares, la diabetes tipo 2 o algunos tipos de cáncer, además de su papel como regulador intestinal. La fibra que aporta el pan es, principalmente, insoluble contribuyendo a facilitar el tránsito intestinal.


Valor nutricional por 100 g de pan blanco: 

Valor energético: 261 kcal (1092 KJ)
Hidratos de carbono: 51,5 g
Azúcares: 1,9 g
Fibra: 3,5 g
Sodio: 540 mg
Proteínas: 8,5 g
Grasas: 1,6 g
Grasas saturadas: 0,4 g



Referencia: Ortega RM, López-Sobaler AM, Requejo AM, Andrés P. La composición de los alimentos. Herramienta básica para la valoración nutricional. Madrid: UCM. Editorial Complutense, 2010.






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